junio 24, 2025 0 Comentarios
En agosto de 2014, a solicitud de la Fundación José A. Llaguno, se llevó a cabo una consultoría especializada para diseñar un proyecto de manejo integral de microcuencas en la zona de Norogachi, ubicada en el municipio de Guachochi, Chihuahua. Esta región, habitada principalmente por comunidades rarámuri, enfrenta desde hace años un proceso acelerado de degradación ambiental que afecta de forma directa su seguridad alimentaria, acceso al agua y calidad de vida.
El proyecto tuvo como objetivo principal sentar las bases para la implementación de acciones concretas que permitieran recuperar la funcionalidad ecológica de la cuenca y mejorar las condiciones de vida de quienes dependen directamente de ella. Para lograrlo, se propuso un enfoque integral que combinara obras físicas de conservación con procesos de formación y fortalecimiento comunitario, alineando el cuidado ambiental con la soberanía alimentaria y la gestión territorial indígena.
La formulación del proyecto se basó en un diagnóstico situacional detallado de la región, que permitió identificar los principales problemas ambientales: erosión hídrica severa, pérdida de suelo fértil, disminución en la captación de agua, y afectaciones a los sistemas de cultivo y recolección tradicionales. Este análisis fue clave para definir estrategias que respondieran tanto al contexto ecológico como a las prácticas y necesidades locales.
Entre las acciones propuestas se incluyó la construcción de diversas obras de conservación de suelo y agua, como barreras de piedra, presas filtrantes, presas de gaviones y cabeceo de cárcavas, diseñadas específicamente para reducir la velocidad del escurrimiento superficial, retener sedimentos, recargar acuíferos y restaurar gradualmente la capacidad productiva del terreno. Estas obras no sólo son eficaces desde el punto de vista técnico, sino que también pueden ser construidas y mantenidas por las propias comunidades con materiales locales y saberes tradicionales.
Además de la infraestructura física, el proyecto contempló un componente clave: el desarrollo de capacidades locales. Se propuso la realización de talleres y encuentros formativos en temas como el manejo del agua, restauración ecológica, técnicas agroecológicas y organización comunitaria. La meta era no solo ejecutar obras, sino dejar capacidades instaladas que permitieran la autogestión del territorio y la continuidad del proyecto en el tiempo.
Este diseño no fue un ejercicio técnico aislado, sino una propuesta construida desde la mirada de intervención integral y colaborativa, que reconoce a las comunidades como protagonistas en la regeneración de sus territorios. La zona de Norogachi, con su riqueza cultural y ambiental, requiere procesos que no sólo reparen el paisaje físico, sino que fortalezcan el tejido social y cultural que lo sustenta.
El proyecto de manejo integral de microcuencas en Norogachi representa un ejemplo de cómo la articulación entre diagnóstico participativo, conocimiento técnico y organización comunitaria puede dar lugar a estrategias viables, sostenibles y con sentido territorial. Aunque en 2014 se trató de una propuesta de diseño, su visión sigue vigente como una ruta necesaria para la defensa del agua, del suelo y de la vida en las comunidades indígenas de la Sierra Tarahumara.
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